Señales
Con las correas hundidas en la carne
avanzaba de a mínimos pasos
por las espinas del camino largo.
Cuando el dolor rebasó el máximo
el suelo lo recibió junto a su carga
y de cara al azul que oscurecía
levantó su clamor
y se rindió a la nada.
El oeste enarboló
sus arabescos en rojos y fucsias
como una grafía maestra.
El propio cielo respondía.
No estaba solo.
Y descansó
bajo el amparo inmenso.
El crepúsculo fue la señal,
como la hubieran sido la luna y las estrellas,
como la hubiera sido un ave en vuelo,
el sol en alto ó una danza de luciérnagas.
La hubiera sido cualquier maravilla
porque el hombre extenuado
por vez primera
alzaba la cabeza.
Cora Frerking
Con las correas hundidas en la carne
avanzaba de a mínimos pasos
por las espinas del camino largo.
Cuando el dolor rebasó el máximo
el suelo lo recibió junto a su carga
y de cara al azul que oscurecía
levantó su clamor
y se rindió a la nada.
El oeste enarboló
sus arabescos en rojos y fucsias
como una grafía maestra.
El propio cielo respondía.
No estaba solo.
Y descansó
bajo el amparo inmenso.
El crepúsculo fue la señal,
como la hubieran sido la luna y las estrellas,
como la hubiera sido un ave en vuelo,
el sol en alto ó una danza de luciérnagas.
La hubiera sido cualquier maravilla
porque el hombre extenuado
por vez primera
alzaba la cabeza.
Cora Frerking
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